Miguel Montañés aprovechó la tribuna del jueves pasado para hablar de los estados de ánimo de los adolescentes y de cómo afecta lo académico no solo al joven alumno sino también a la vida familiar.
Piensa Miguel que los profesores pueden contribuir enormemente a mejorar el bienestar y el rendimiento de los alumnos si los tratan de forma adecuada. Por ello pide que el profesor no se dirija a los alumnos desde su posición de poder, sin permitirles replicar, opinar o justificar sus acciones, pues eso puede generar no una corrección de su conducta sino frustración y finalmente una «explosión».
La receta es hablar con los alumnos de persona a persona, mejor en privado, para evitar avergonzarles delante del grupo, y generar un ambiente de confianza y respeto mutuo en el aula. La responsabilidad del «buen rollo» en el aula es de las dos partes, profesores y alumnos.
En la conclusión decía Miguel que todos podemos aprender de todos y deseaba que su charla nos hubiera enseñado algo. En efecto, Miguel, aprendimos de ti que el «buen rollo» es solo cuestión de educación, de hablar y sonreír, pero sin ofender.